El fetichismo fue reconocido por primera vez como una práctica religiosa destinada a idolatrar un objeto de culto. El término fue utilizado en un contexto sexual en 1887 por Alfred Binet en un artículo en Revue Philosophique. De hecho, sería una fijación en un objeto que, en sentido estricto, no tiene connotación sexual. Un ejemplo concreto de fetichismo sería el de los pies. Los pies no son sexuales, sin embargo es un fetiche muy conocido y difundido; muchos videos pornográficos incluyen este fetichismo.

Así, un fetiche consiste en tener una fijación sexual en un objeto que no tiene nada que ver “normalmente” con la sexualidad. Puede ser un objeto, una parte del cuerpo, una prenda, una situación o una acción. Es una obsesión necesaria para la excitación o el orgasmo.

¿Algún ejemplo? Para objetos, encontramos zapatos, accesorios ecuestres (látigos entre otros), accesorios médicos (espéculo, molinetes, sondas), por nombrar algunos. Parte del cuerpo o fluidos corporales; pies, piernas, manos, boca, saliva, lágrimas… Para la ropa, a menudo será el tejido el que será objeto del fetiche, látex y cuero (apretado). Una situación; la humillación, la dominación, la exhibición o el voyeurismo se encuentran entre las situaciones más comunes que se buscan. Finalmente, una acción; para algunas personas será cosquillas, pellizcos, mordidas. En resumen, todo y nada puede convertirse en un fetiche.

¿Cuándo un fetiche se convierte en una desviación sexual?

La línea es delgada entre fetiche y parafilia (atracción o práctica sexual que difiere de lo que se considera tradicionalmente como “normal”). El fetiche se vuelve problemático cuando impide que el sujeto tenga interacciones sociales “normales”. Por ejemplo, un sujeto que tiene un fetiche por los coches y prefiere pasar su tiempo a solas con un coche en vez de con un compañero (en un coche).

Las prácticas difieren tanto como hay fetiche. Lo importante es tener en cuenta que cada socio debe estar dispuesto y que es preferible tener prácticas seguras.